lunes, 23 de febrero de 2009

Los paraísos artificiales. Cortometraje.

Parte 1

Parte 2

Parte 3 (La parte interesante para ti Andrea xD!)


La timidez es una condición ajena al corazón, una categoría, una dimensión que desemboca en la soledad.
Anoche me acosté con la intención de dormir, pero nada mas hacerlo me puse a pensar en ti. Tu mirada en mi recuerdo comenzó pronto a sangrar, como una herida cerrada a la que vuelven a apuñalar. Una y mil veces dije que te tenía que olvidar, y un millón más me maldije por volverte a recordar. Y ya cuando salía el sol y entraba por mi ventana, el sueño al fin me vencía, mientras mis ojos lloraban lágrimas ensangrentadas…

CARTA QUE SE ENCONTRÓ A UN AHOGADO

CARTA QUE SE ENCONTRÓ A UN AHOGADO

Guy de Maupassant

¿Me pregunta usted, señora, si me burlo? ¿No puede usted creer que un hombre no haya sentido jamás amor? Pues bien: no, no he amado nunca, nunca.
¿De qué depende eso? No lo sé... Pero no he sentido jamás ese estado de embriaguez del corazón que llaman amor. Jamás he vivido en ese ensueño, en esa locura, en esa exaltación a que nos lanza la imagen de una mujer, ni me vi nunca perseguido, obsesionado, calenturiento, embebecido por la esperanza o la posesión de un ser convertido de pronto para mí en el más deseable de todos los encantos, en la más hermosa de todas las criaturas, más interesante que todo el universo. En mi vida he llorado ni he sufrido por ninguna de ustedes. Tampoco he pasado las noches en vela pensando en una mujer. No conozco ese despertar que su pensamiento y su recuerdo iluminan. No conozco tampoco la excitación enloquecedora del deseo, cuando se le espera, y la divina melancolía sentimental, cuando ella ha huido, dejando en el cuarto un perfume sutil de violeta y de carne.
Jamás he amado.
Muy a menudo me he preguntado a qué es esto debido y, verdaderamente, no lo sé muy bien. Aunque llegué a encontrar varias razones, se refieren a la metafísica, y no sé si las apreciará usted.
Analizo demasiado a las mujeres para dejarme dominar por sus encantos. Pido a usted mil perdones por esta confesión que explicaré. Hay en toda criatura dos naturalezas diferentes: una moral y otra física.
Para amar tendría que descubrir, entre esas dos naturalezas, una armonía que no hallé jamás. Siempre una de las dos hállase a mayor altura que la otra; unas veces la naturaleza física, y otras la moral.
La inteligencia que tenemos el derecho de exigir a una mujer para amarla no tiene nada de común con la inteligencia viril. Es más y es menos. Es menester que una mujer tenga el entendimiento franco, delicado, sensible, fino, impresionable. No necesita dominio ni iniciativa en el pensamiento, pero es menester que tenga bondad, elegancia, ternura, coquetería y esa facultad de asimilación que en poco tiempo la hace semejante al hombre, cuya vida comparte. Su primerísima cualidad debe ser la sutileza, ese delicado sentido que es para el alma lo que el tacto es para el cuerpo. La revelan mil cosas insignificantes: los contornos, los ángulos y las formas en el orden intelectual.
Las mujeres bonitas, en general, no tienen una inteligencia en consonancia con su persona. A mí, el menor defecto de concordia me hiere la vista al primer momento. Esto no tiene importancia en la amistad, que es un pacto en el cual se transige con los defectos y las cualidades. Se puede, al juzgar a un amigo o a una amiga, dándose cuenta de sus buenas condiciones, prescindir de las malas y apreciar con exactitud su valor, abandonándose a una simpatía íntima, profunda y encantadora.
Para amar, hay que ser ciego, entregarse completamente, no ver nada, no razonar, no comprender. Hay que hallarse dispuesto a adorar las debilidades tanto como las bellezas y, para esto, renunciar a todo juicio, a toda reflexión, a toda perspicacia.
Soy incapaz de cegarme hasta ese punto y muy rebelde a la seducción no razonada.
Pero no es esto todo. Tengo tan elevado concepto de la armonía, que nada realizará nunca mi ideal. ¡Va usted a tacharme de loco! Escúcheme. Una mujer, a mi juicio, puede tener un alma deliciosa y un cuerpo encantador, sin que su alma y su cuerpo estén perfectamente de acuerdo. Quiero decir que las personas que tienen la nariz de una forma especial no pueden pensar de cierto modo. Los gruesos no tienen el derecho de usar las mismas palabras que los delgados. Señora: usted, que tiene los ojos azules, no puede observar la existencia, juzgar las cosas y los acontecimientos como si tuviera los ojos negros. Los matices de su mirada deben corresponder fatalmente con los matices de su pensamiento. Para comprender todo esto tengo el olfato de un perro perdiguero. Ríase si le place, pero es tal como lo digo. Creí, sin embargo, haber amado un día durante una hora. Me dejé dominar tontamente por la influencia de las circunstancias que nos rodeaban. Me había dejado seducir por un espejismo boreal. ¿Quiere usted que le refiera esta historia?
Una noche me tropecé con una encantadora personita, muy exaltada, la cual, para satisfacer una fantasía poética, quería pasar la noche conmigo en una lancha, en medio del río; yo hubiera preferido un cuarto y una cama, pero, a pesar de todo, acepté la barca y el río.
Estábamos en el mes de junio. Mi amiga había escogido una noche de luna para dar rienda suelta a su exaltacion.
Comimos en un ventorrillo, a la orilla del agua, y a las diez nos embarcamos. La aventura me parecía estúpida; pero como mi compañera me gustaba, no me enfadé. Sentándome en el banco frente a ella, cogí los remos y partimos.
No podía negar que el espectáculo era encantador. Bordeábamos una isla montañosa, llena de ruiseñores, y la corriente nos impulsaba rápidamente por el agua, cubierta de reflejos plateados. Por doquiera oíamos el grito monótono y claro de los sapos; croaban las ranas en las orillas, y los rumores del agua corriente formaban alrededor nuestro un sonido confuso, casi imperceptible, inquietante, que nos daba una vaga sensación de miedo misterioso.
El encanto de las noches cálidas y de las aguas brillantes con el reflejo de la luna nos invadía.
Daba gusto vivir y, navegando de aquel modo, soñar y sentir al lado de una mujer tierna y hermosa.
Encontrábame algo conmovido, emocionado, embriagado por la claridad de la luna y con la obsesión de mi compañera. "Siéntese usted a mi lado", me dijo. Obedecí. Ella repuso: "Dígame versos". Pareciéndome demasiado, me negué a complacerla. Insistió. Decididamente le gustaban las cosas por todo lo alto; quería que se tocara la cuerda del sentimiento a toda orquesta. desde la luna hasta la rima. Acabé por ceder y le recité, por burla, una deliciosa composición de Luis Bouilhet, cuyas estrofas dicen:
Odio ante todo al lacrimoso vate que frente al estrellado firmamentomusita un nombre, al que sin Lisa o Juanale parece vacío el universo.
¡Oh, qué graciosa gente la que cuelgafaldas sobre la fronda de los llanos,y en la verde colina cofias blancaspara que el mundo tenga algún encanto!
¿Qué sabe de la música divina,vibrante voz de la Natura eterna,quien no gusta de ir solo en las cañadasy al susurrar del bosque sueña en hembras?
Creí se enfadaría, mas no fue así.
—¡Qué verdad es eso! —murmuró.
Quedéme estupefacto. ¿Habría comprendido?
Poco a poco nuestra barca se acercó a la orilla, penetrando bajo un sauce, que la detuvo. Cogiendo a mí compañera por el talle, acerqué con dulzura los labios a su cuello. Pero me rechazó con un movimiento irritado y brusco, diciendo:
—¡Suélteme! ¡Es usted un grosero!
Procuré atraerla. Ella se defendía y, agarrándose al árbol; por poco vamos al agua. Juzgué prudente desistir de mis pretensiones. Entonces ella dijo:
—Le ruego que siga remando. ¡Estoy tan bien aquí! ¡Sueño! ¡Es tan agradable!
Después, con un poco de ironía en el acento, añadió:
—¿Tan pronto ha olvidado usted los versos que acaba de recitar?
Era justo. Callé.
—Vamos, reme usted —me dijo, y cogí de nuevo los remos.
Empezaba a parecerme la noche muy larga, y ridícula mi actitud.
Mi compañera me preguntó:
—¿Quiere usted hacerme una promesa?
—Sí. ¿Cuál?
—Permanecer tranquilo y correcto, discretamente, mientras yo...
—¿Qué?
—Verá usted. Quisiera echarme en el fondo de la barca, a su lado, mirando las estrellas.
—Comprendo —exclamé.
—No, no comprende usted —replicó ella—. Vamos a echarnos uno al lado del otro; pero le prohíbo que me toque, que me abrace; en fin..., que..., que me acaricie...
Prometí. Entonces ella advirtió:
—Si hace usted un movimiento inconveniente, haré zozobrar la barca.
Y nos echamos en el suelo, uno al lado del otro. Los vagos balanceos de la canoa nos mecían. Los ligeros rumores de la noche, llegando más distintos al fondo de la embarcación, nos hacían vibrar, estremeciéndonos. ¡ Sentía crecer en mí una extraña y punzante emoción, una ternura infinita, algo como una necesidad de abrir los brazos para estrechar en ellos alguna cosa, y el corazón para amar, de entregarme a alguien, de entregar mis pensamientos, mi cuerpo, mi vida, todo mi ser!
Mi compañera murmuró como en un sueño:
—¿En dónde estamos? ¿Dónde vamos que parece que abandono este mundo? ¡Qué dulzura más grande! ¡Oh! Si me amara usted... un poco.
El corazón me latía con violencia. Nada pude responder; me pareció que la amaba. No sentía ningún deseo violento. Estaba muy bien de aquel modo a su lado; me parecía suficiente aquello.
Y permanecimos largo rato, largo rato, inmóviles. Nos habíamos cogido una mano; una fuerza misteriosa nos contenía: una fuerza desconocida, superior, una alianza pura, íntima, absoluta de nuestros cuerpos que eran el uno del otro sin tocarse. ¿Qué significaba aquello? ¿Lo sé yo? ¿Amor quizá?
El día clareaba poco a poco. Eran las tres de la madrugada. Lentamente una inmensa claridad invadía el cielo. La canoa tropezó con algo. Me incorporé: habíamos llegado a un islote.
Permanecía en éxtasis, encantado. Frente a nosotros, en toda la extensión, el firmamento se iluminaba de un rojo violáceo, salpicado de nubes entrelazadas semejantes a un humo dorado. El río estaba de color purpúreo y tres casas de la orilla parecían arder.
Inclinéme hacia mi compañera para decirle:
—Mire usted.
Pero me callé de pronto enloquecido y solamente la vi a ella. También ella estaba bañada en la luz rosada, un rosa de carne mezclado con un poco del matiz del cielo. Sus cabellos eran de color de rosa, de color de rosa eran también sus ojos y sus dientes, su traje, sus encajes, su sonrisa. Todo era del color de rosa. Y tan enloquecido estaba que creí tener a la aurora ante mí.
Se levantó dulcemente tendiéndome sus labios. Inclinéme hacia ellos, estremecido, delirante; sintiendo muy bien que iba a besar el cielo, la dicha, un sueño convertido en mujer, un ideal descendido a la humanidad.
Pero entonces ella me dijo:
—Tiene usted una oruga en el pelo.
¡Y por esto sonreía!
Me pareció que había recibido un fuerte golpe en la cabeza.
De pronto sentíme como si hubiera perdido toda la esperanza que tenía en el mundo.
Esto es todo, señora. Es pueril, tonto, estúpido. Desde ese día creo que no amaré jamás... Pero... ¿quién sabe?
El joven sobre cuyo cuerpo se halló esta carta fue sacado ayer del Sena, entre Bougival y Marly. Un marinero compasivo que lo había registrado para saber su nombre presentó el papel que acabamos de copiar.

Con la lluvia llegó tu recuerdo.
Cuando las nubes cubrieron
El triste anochecer de
Mi último día de verano.
Ahora con mis lágrimas
El manto de la nieve
Se teñirá de rojo.
Es este corazón
El que está sangrando.
Son estos ojos
Los que ya no hablan.
Son estos suspiros
Los que ya no dicen nada.
Bajo la tristeza, bajo la lluvia,
Te largas sin decir más.
¿Y qué me dejas,
más que odio?
Tan sólo una cruz,
Tierra removida
Y un hoyo oscuro.
Macabras entrañas
De la Madre Tierra,
Hacia allá voy.
Espero ahí encontrar
Las esperanzas
De poder dormir
En paz

sábado, 21 de febrero de 2009

Letanías de satán. Oración.


ORACIÓN
¡Gloria y alabanza a ti, Satán, en las alturasdel cielo, donde tú reinaste, y en las profundidadesdel infierno, donde, vencido, sueñas en silencio!¡Haz que mi alma un día, bajo el Árbol de la Ciencia,cerca de ti repose en la hora en que en tu frente,como un Templo nuevo, sus ramajes se extenderán!

¡Satán, ten piedad de mi larga miseria!

viernes, 20 de febrero de 2009

jueves, 19 de febrero de 2009

Charles Baudelaire. El poeta maldito


No en vano se ganó el título de "El poeta maldito", ya que en su época se le considero como un escritor pesismista, enfermo, hereje, dandi, polémico; toda una ficha.
Baudelaire fue periodista, trabajaba para periodicos locales. En los que la ironía y sus escritos con fuertes críticas a la sociedad de la época no pasaron desapercibidos por la masa popular.
Cuando se publicó "Las flores del mal" (1) las criticas no se hicieron esperar, pero pese a toda la censura que se le impuso a este escritor siempre fue admirado por almas que en ese tiempo sufrían lo que él.
Es difícil encontrar un libro verdaderamente bueno, porque los libros de ahora son más bien comerciales y dejan muy poco al lector. Podríamos sitar a los famosos libros de saga que se sacan luego en el cine Américano en películas, que son no más que "literatura basura" (como suele decir un amigo); sin embargo, en las flores del mal y en todos los demás poemas de Baudelaire podremos encontrar un esencia, un tedio, un sopor eterno que navega entre los mares impedecederos de las palabras, donde se refleja el horror y la angustia que puede llevar el alma humana, más allá de los rios del Leteo. Siempre envueltos en una atmósfera espesa en la que se mueve el terror y el vacío.
Cabe mencionar que Baudelaire fue fuertemente influenciado por Poe y que tuvo algunas correspondencias con éste pese a la distancia. De hecho hay una breve historia que cuenta que cuando Poe publicó "Doble asesinato de la calle de la Morgue" y el caso de "Marie Roget" (2) fue fuertemente criticado por un Diario local (del cual no recuerdo el nombre en este momento) entonces Baudelaire refutó esta crítica realizada por el diario local, defendiendo a Poe a capa y espada. Así que no es de sorprenderse que cuando (si algun lector tuvo la oportunidad) se lea "Los Diarios íntimos" de Baudelaire encontremos muchas referencias a Poe en sus escritos.
Y aqui concluyo mi entrada esta vez. Espero que sea del agrado de todos (as).
(1) Las flores del mal, o como se le conoce no se iba llamar así en un principio, porque recordando la gracia que encontraba el señor Baudelaire en hacer polémica entre los vulgos, estaba decidido a publicarlo como "Los lesbos".
(2) que como sabrán mis lectores, o se enterarán ahora, fue basado en hechos reales y desarrollado por Poe... el desarrollo de los hechos de este caso son irreales. Poe solo tomo el acontecimiento y las circunstancias del misterioso asesinato de Marie Roget.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Edgar Allan Poe


(Boston, 19 de enero de 1809 - Baltimore, 7 de octubre de 1849)
Edgar Allan Poe. Escritor estadounidense. Mundialmente reconocido por sus trabajos de relatos cortos o cuentos.
También fue de gran influencia en la literatura simbolista y surrealista. Y esta relacionado con Charles Baudelaire, Foidor Dostoviesky, Rubén Dario y muchos otros; uno de los pintores que ilustró relatos de Poe fue Paul Gustave Doré uno de mis ilustradores favoritos.
Se le recuerda por el excelente libro: Narraciones extraordinarias. Aunque éste no fue el único de los escritos realizados por este escritor, es el más conocido.
En las narraciones extraordinarias a mi parecer se destacan El pozo y el péndulo, Berenice, El gato negro, el misterio de Marie Roget (un relato bastante detectivezco) y el corazón delator.
Las aventuras de Arthur Gordon Pym me parece un libro digno de enlistarse entre uno de los mejores de este magnifico escritor, ya que nos envuelve en una serie de situaciones que exaltan la imaginación de más de uno. Viéndose entre las aventuras más escalofriantes y angustiantes que se pueden llegar a imaginar. Una aventura hacia los hilos del pensamiento humano donde en las situaciones que se viven, los pensamientos y la razón no son más que titeres manejados por el miedo y la sugestión: el juego de emociones psicológicas inimaginables. Un excelente libro.
Esta entrada está dedicada a mi amiga Andrea.
Te quiero ;)
Hasta siempre

Sola con tu olvido



Sólo recuerdo Que dijiste “Te quiero”
.... y Tu recuerdo aun lastima
aun se siente
fresco
húmedo
imperecedero
...el recuerdo de tu último beso
como una rosa blanca
una rosa jamás entregada
y tu desprecio me conduce al frío
.... y este quema mi piel
se ensaña con mi alma
cada vez
....duele más
y es más insoportable
...pero aun así
duele menos de lo que dolió tu adiós...
--- un adiós jamás pronunciado ---
y por fin estoy sola
...lánguida
...silente
inerte
en medio del frío
y la oscuridad
...con un dolo tan intenso
y profundo en mi alma
.....un alma que se desgarra
poco a poco
lentamente
bajo la sombrade tu maldito olvido
... y olvido que tanto odio
y tus besos que saben a olvido
...maldito sabor
que aun reina en mis labios
...ese sabor tan dulce
tan amargo
.... ese sabor que tanto ame
y ahora me asquea
....y me quedo sola
...sola con tu olvido"

pensamiento gotico

bienaventurado es aquel que piensa en la muerte todos los dias y la ve como su mejor amigo, pero una cosa es clara que cuando llegue te segara para siempre

La Alcoba del Edén.Eden Bower


No todas las leyendas sobre Lilith provienen de fuentes semíticas, también adquirió otras formas, otras tersuras que sólo pueden percibir los poetas.
Dante Gabriel Rossetti, fue uno de aquellos poetas, y posiblemente aquel que pintó la leyenda de Lilith con mayor virtuosismo.
Los dejo en manos de don Rossetti, y de la Madre de los Vampiros.




Era Lilith la esposa de Adán

(la Alcoba del Edén está en flor)

ni una gota de sangre en sus venas era humana,

pero ella era como una suave y dulce mujer.



Lilith estaba en los confines del Paraíso;

(y ¡Oh, la alcoba de la hora!)

Ella fue la primera desde allí conducida,

con Ella estaba el infierno y con Eva el cielo.


Al oído de la serpiente dijo Lilith:

(la Alcoba del Edén está en flor)

A tí acudo cuando lo demás ha pasado;

yo era una serpiente cuando tú eras mi amante.




Yo era la serpiente más hermosa del Edén;

(Y, ¡Oh, la alcoba y la hora!)

Por voluntad de la Tierra, nuevo rostro y forma,

me hicieron esposa de la nueva criatura terrenal.



Tómame, ya que vengo de Adán:

(la Alcoba del Edén está en flor)

Una vez más mi amor te subyugará,

lo pasado es pasado, y yo acudo a tí.



Oh, pero Adán era vasallo de Lilith!

(Y, ¡Oh, la Alcoba de la hora!)

Todas las hebras de mi cabello son doradas,

y en esa red fue atrapado su corazón.



Oh, y Lilith fue la reina de Adan!

(la Alcoba del Edén está en flor)

Día y noche siempre unidos,

mi aliento sacudía su alma como a una pluma.



Cuántas alegrías tuvieron Adan y Lilith!

(Y, ¡Oh, la Alcoba de la hora!)

Dulces íntimos anillos del abrazo de serpiente,

al yacer dos corazones que suspiran y anhelan.



Qué niños resplandecientes tuvieron Adan y Lilith;

(la Alcoba del Edén está en flor)

Formas que se enroscaban en los bosques y las aguas,

hijos relucientes y radiantes hijas.



Dante Gabriel Rossetti.